LA REAL ORDEN DE CABALLEROS DE SANTA MARIA DE EL PUIG.

PASADO Y PRESENTE

(Conferencia pronunciada por el Gran Canciller, Excmo. Sr. D. Ismael Giménez Benavent, el día 20 de Junio de 2.013, en el Real Monasterio de Santa María de El Puig).

 

 

                       Mi presencia esta tarde entre Vds. responde a una encomiable iniciativa de la Concejalía de Cultura del M.I. Ayuntamiento de esta villa de El Puig de Santa María, movida por la inquietud de acercar la Real Orden de Caballeros de Santa María de El Puig a esta población en la que tenemos nuestras raíces y con las que nos sentimos plenamente identificados, siguiendo aquella máxima de “conocernos más para amarnos mejor”. 

 

 

                        En esta misma sala se encuentran personas muy autorizadas para dar esta conferencia y sin duda lo harían mejor que yo y con mayor elocuencia, pero sobre mi ha recaído esta honrosa responsabilidad y desde luego la voy a asumir con sumo agrado.

 

 

 

                        Y debo decirles que me siento doblemente feliz: por un lado, porque me encuentro en mi casa; en este imponente edificio tan emblemático para todos los valencianos y por otro lado, porque me han brindado una magnifica oportunidad de acercarles, como ya he dicho, la institución a la que pertenezco y de la que me siento muy orgulloso: La Real Orden de Caballeros de Santa María de El Puig. Por ello mi agradecimiento al Consistorio Municipal de El Puig de Santa María y mi más cordial enhorabuena por fomentar estas actividades culturales que enriquecen y propician unas excelentes relaciones con las gentes del entorno.

 

 

 

                        Y ahora, entrado en materia, vamos a hacer un poco de historia de las Ordenes Militares en general y especialmente de la Real y Militar Orden de Santa María de la Merced, que dio origen a la actual Real Orden de Caballeros de Santa María de El Puig.

 

 

 

                        Font y Rius nos describe las Ordenes Militares como unos institutos religiosos y militares a la vez, constituidos por individuos que a la profesión religiosa unían el voto de defender la Religión de Cristo por medio de las armas.

 

 

 

                        Nacen en Oriente y se extienden rápidamente por Occidente. Con el mismo espíritu y finalidad surgen en el correr de los siglos XII y XIII, en los diversos reinos hispanos, distintas Ordenes Militares con carácter nacional, pero que, al igual que aquellas, gozarán del mismo espíritu y finalidad. Cada Orden tratará de dar solución a una necesidad cristiana y constituirá a la vez, verdaderos bastiones en fronteras. Curioso es el caso de Valencia, ciudad, que llegó a tener un tercio de su superficie ocupada por conventos y monasterios, según nos cuenta Pere Sucías en sus manuscritos.

 

 

 

                        Los miembros de las Ordenes Militares se denominan Caballeros o Freires; se constituían en pequeñas Encomiendas o Casas, bajo las órdenes de un Comendador y toda la orden quedaba bajo el mandato directo de un Maestre, elegido por los mismos Caballeros y confirmado por el Papa, dada su calidad de Prelado, a quien todas estaban sujetas.

 

 

 

                        La participación de estas Ordenes Militares en la segunda mitad de la reconquista hispana, fue realmente importante. Así el Bajo Aragón, Valencia, Extremadura, Andalucía, Murcia, fueron fronteras defendidas por estos monjes-guerreros, que también tenían a su cargo la repoblación directa de las tierras recién conquistadas. Constituían un formidable ejército permanente sin par, por su solidaridad y fervor; poseían organización, experiencia, habilidades y una casi total autonomía frente al Estado y a la Iglesia.

 

 

 

                        En el año 1.164 aparece en Castilla la Orden de Calatrava, inicialmente para defender la villa de Calatrava. En la frontera suboriental de Castilla y en León surge la de Alcántara, en 1.176, para defensa de la plaza castellana de Alcántara. En tanto, por el noroeste, con reminiscencias del Hospital, aparece la de Santiago, en el año 1.170, para defensa y protección de los peregrinos que caminaban hasta la tumba del Apóstol.

 

 

 

                        En el siglo XIII, aparecen en Aragón la de San Jorge de Alfama y la Merced, esta última para redención de cautivos. En el año 1.317, Jaime II funda la Orden de Montesa, que recogerá los bienes de la extinguida Orden del Temple, a comienzos del siglo XIV.

 

 

 

                        Nuestro interés, como ya hemos indicado, se centra en la Real y Militar Orden de Santa María de la Merced, fundada en Barcelona por Pedro Nolasco y el rey Jaime I y aprobada por el Obispo de la ciudad, Berenguer de Palau, en el año 1.218, como deja fehacientemente probado Gazulla en sus obras literarias “La Orden de Nuestra Señora la Merced” y “Jaime I de Aragón y la Orden de la Merced”.

 

 

 

                        En el mundo del siglo XIII cualquiera podía caer en esclavitud por obra de rápidos ataques musulmanes o por arte de repentinas rebeliones. Los rescates ya no se podían realizar “a pequeña escala” ni podían tampoco estar sostenidos por la corona misma. La Iglesia sería la única fuerza capaz de desarrollar instituciones que las llevaran a cabo.

 

 

 

                        Los Caballeros Mercedarios aparecen en el momento preciso y en el tiempo que más podía necesitarse de sus servicios. En toda el área hispana van a avanzar las fuerzas cristianas hasta acorralar a los musulmanes en lo que durante varios siglos seguirá denominándose como Reino de Granada. Fernando III el Santo llegará a conquistar Sevilla; Jaime I Valencia y más tarde, en unión de su sobrino Alfonso X el Sabio, Murcia. Todo esto se traduce en una extensión impresionante de fronteras y un número incalculable de gentes caídas en cautiverio.

 

 

 

                        En la base misma de la estructura de la Orden de la Merced, existe un cuarto voto: “Redención de Cautivos”, que requerirá un heroísmo inflexible y escalofriante: permanecer en rehenes cuando el dinero de la redención no llegara y existiera peligro de pérdida de la fe, especialmente en el caso de mujeres y niños. Cuarto voto que a muchos les llevaría a la muerte misma. Esta actitud tan abnegada y altruista conquistará inmediatamente los corazones, tanto de los coetáneos del fundador, como los de los tiempos siguientes.

 

 

 

                        Jaime I debió necesitar en sus comienzos, allá por el año 1.214, de la entrega y fidelidad de sus amigos, pues a los 15 años y tras varios fracasos guerreros, cae en manos de los ricos hombres levantiscos; indomables guerreros sublevados otra vez contra él, cuando cumplía 18 años. Por ese tiempo debe hacer su aparición el que la tradición le coloca como su tutor: Pedro Nolasco.

 

 

 

                        En el año 1.218, Jaime I, actuando como cofundador, le hace entrega a Nolasco de su “signum” o escudo de armas: cuatro barras o palos rojos en campo de oro, rematado por la corona real, distintivo de la recién fundada Orden de la Merced. Berenguer de Palau, Obispo de Barcelona, que recoge la fundación,  añade al citado escudo la cruz blanca de la Catedral de Barcelona, en campo rojo. Nolasco acude así a la conquista de Valencia, en 1.238 y antes, en 1.236, a la de El Puig, con su recién estrenada Orden Militar, supuestos los conocimientos que poseía de la región de Valencia a través de las varias redenciones de cautivos que llevara a efecto antes de fundar la Merced, al igual que sucediera en la conquista de Mallorca. El Rey le escribe desde el campo de batalla estas letras: “Sucedió como me dijisteis: Dios estaba de nuestro lado”.

 

 

 

                        Medio siglo antes el Rey Alfonso había prometido levantar un monasterio cisterciense en El Puig para un centenar de sacerdotes y lugar de su enterramiento, promesa y testamento que repetirá Pedro II, el padre de Jaime I. Sin  embargo Jaime I entrega la iglesia-monasterio de El Puig a la Orden de la Merced. Sin duda este cambio en el testamento radica en la fundación misma de la Orden y en la acción guerrera en Valencia de las milicias de la Merced. Lo cierto es que El Puig se convertirá enseguida en uno de los grandes monasterios de la incipiente Orden Militar.

 

 

 

                        Los Caballeros de esta Orden Militar, desde su asentamiento en El Puig, fueron mucho más conocidos en el Reino de Valencia con el nombre de Caballeros de Santa María de El Puig o Caballeros de El Puig.

 

 

 

                        Desde la constitución de esta Orden Militar de Caballería de Santa María de la Merced, su Maestro General fue laico (San Pedro Nolasco y quienes le sucedieron), pero como en el transcurso del tiempo también se iban incorporando a la Orden sacerdotes, para la atención de su ministerio espiritual, en el año 1.317 fue votado como Maestre un clérigo: Fray Ramón Albert. El Papa Juan XXII aprovechó esta nueva situación y coyuntura para decretar que en lo sucesivo la Orden debería ser regentada por un sacerdote, perdiendo todo carácter de Orden Militar y convirtiéndose en una orden estrictamente clerical, aproximándose la Orden de la Merced a las órdenes mendicantes, a las que acabaría asimilándose con el tiempo, tal como existe en nuestros días.

 

 

 

                        A pesar de la resistencia y protestas al Papa Juan XXII por parte de todos los Caballeros laicos de la Orden, por la abolición indirecta de la misma como Orden de Caballería, este Papa, en línea con su peculiar hacer histórico, no cedió, pasando buena parte de estos Caballeros a la reciente Orden Militar  de Montesa, que también recibió parte de los bienes que restaron de la suprimida Orden del Temple.

 

 

 

                        Otros Caballeros no se quisieron integrar en la Orden de Montesa y continuaron con su reconocimiento como Caballeros de El Puig o de Santa María de El Puig, con denominaciones diversas, a través del tiempo, como Hermandad, Real Hermandad, …..

 

 

 

                        Así transcurrió el tiempo, siglo tras siglo, teniendo los Caballeros de Santa María de El Puig una activa vida espiritual y de servicio a los demás y aunque evidentemente ya no constituía una Orden Militar y de Caballería por haber quedado en suspenso como tal, su actuar venía siendo reconocido y valorado muy positivamente, tanto por el pueblo llano como por las más altas dignidades, que favorecieron a la Institución con dones y privilegios: Así, hay constancia de que:

 

 

 

-       D. Fernando de Antequera, en el año 1.414, favorece esta institución con nuevos privilegios.

 

 

 

-       Fernando II de Aragón y V de Castilla, por su matrimonio con Isabel I, amplia estos dones en el año 1.469.

 

 

 

-       Los Reyes Católicos, en carta de 20 de Noviembre de 1.500, estructuran de modo definitivo la Real Hermandad de Caballeros y confirman su Real Patronazgo.

 

 

 

-       El 25 de Agosto  de 1.564 pasa el patronazgo a los Duques de Segorbe.

 

 

 

-       Felipe II completa estos privilegios con otros nuevos, según consta en el Codicilo de San Lorenzo, de 23 de Diciembre de 1.573.

 

 

 

-       El Papa Paulo V concede indulgencias a los Cofrades o Caballeros de El Puig, según Bula de 11 de Junio de 1.611.

 

 

 

                        Pues bien, queda claro que la raíz de nuestra actual Real Orden se halla en la provisión del Rey Jaime I el Conquistador, datada en Valencia a 22 de Junio del año 1.244, por la que entrega la Encomienda de El Puig a los Caballeros Laicos de la Merced y el Castillo de Enesa a su tío Bernardo Guillermo de Entenza, donación que confirmará más tarde en Alzira, en el año 1.276.

 

                        La perseverancia de los sucesores de aquellos Caballeros de la que fue en origen Militar y Caballeresca Orden de Santa María de la Merced, que optaron por no ser transferidos a otra Orden distinta a la suya y que posteriormente se convirtieron en Caballeros de Santa María de El Puig, ha tenido repercusión en nuestra más inmediata historia, de la forma siguiente:

 

 

 

-       En el año 1.943, el Excmo. y Rvdmo. Arzobispo de Valencia, D. Prudencio Melo y Alcalde, devolvía vida oficial a la que se conocía como Real Hermandad de Caballeros de Santa María de El Puig.

 

 

 

-       En el mismo año 1.943, SS. AA. RR. D. Juan y Dña. Mercedes, concedían a la Institución el uso de sus Armas Reales y Dinásticas y aceptaban los nombramientos de Caballero y Dama.

 

 

 

-       El 15 de Septiembre de 1.953, el Excmo. y Rvdmo. Arzobispo de Valencia, D. Marcelino Olaechea y Loizaga, procedía a la “recreación” de la Orden, bajo el título de Real Orden de Caballeros de Santa María de El Puig, con objetivos precisos, entre los que destacaba el de “mantener la devoción a la Patrona del Antiguo Reino de Valencia y ayudar a los indigentes del mismo”. Sus Estatutos fueron aprobados y bendecidos por Su Santidad el Papa Pío XII.

 

 

 

-       En el año 1.980, el Excmo. y Rvdmo. Arzobispo de Valencia, D. Miguel Roca Cabanellas, potencia la actividad de la Real Orden de Caballeros de Santa María de El Puig, con las inscripciones legales en el Ministerio de Justicia y apoyando la creación de una Universidad de Estudios Mediterráneos y de un Centro de Estudios Penitenciarios, bajo su patronazgo.

 

 

 

-       El día 28 de Octubre de 1.981, Sus Majestades D. Juan Carlos I y Dña. Sofía, como Reyes de España, aceptaban y asumían respectivamente los títulos de Gran Maestre y Primera Dama de la Real Orden de Caballeros de Santa María de El Puig, viniendo, de algún modo a cerrar el paréntesis y repitiéndose lo acaecido en el año 1.218. Esto es, instituyéndose la Orden canónicamente por un prelado, Arzobispo, y nombrándose, invistiéndose y cruzándose sus miembros caballerescamente por un Rey.

 

 

 

                        Todos estos pasos que han determinado la “refundación” de la Real Orden tuvieron un impulsor, responsable a todas luces de la existencia y funcionamiento actual de la Institución: El Rvdo. P. Felix Ramajo Aliste,  sacerdote mercedario, nacido en una pequeña localidad de Zamora, que tras completar su carrera eclesiástica en distintos monasterios de la Orden, recala en el año 1.949, en el Real Monasterio de Santa María de El Puig, del que la Orden de la Merced había sido expulsada en 1.835; del que había usufructado el Ayuntamiento de El Puig hasta el año 1.936; al que habían convertido en prisión de hombres y en reformatorio de mujeres del 1.936 al 1.948; del que el Estado español había concedido el usufructo a la Orden de la Merced, en 1.948; y al que la Provincia Mercedaria de Aragón acababa de convertir en Seminario Mayor, llegando a él los primeros seminaristas mercedarios procedentes de El Olivar.

 

 

 

                        Inmediatamente, el P. Felix Ramajo inicia los primeros trabajos en el grandioso e histórico edificio, al que tanto avatares y usos indebidos habían convertido en semirruina, ayudando al entonces farmacéutico de El Puig, D. Ernesto Segarra, en la desinfección de las habitaciones, locales y claustros, mediante la utilización del poderoso cianuro y echando sus dos manos a los albañiles, para el acondicionamiento provisional de las dependencias más imprescindibles.

 

 

 

                        Su agudeza mental y su enorme capacidad de trabajo le hacen concienciarse inmediatamente de la importancia de tan vetusto edificio y del lamentable estado en que se encuentra y se propone su restauración. Es trasladado a Barcelona, donde completa  su Licenciatura en Historia y en el año 1.957 se le nombra Superior y Párroco de la Comunidad Mercedaria de la ciudad de Valencia. Desarrolla una intensa actividad pastoral y además se hace cargo del acondicionamiento del Convento.

 

 

 

                        En el año 1.963, hace exactamente 50 años, se le nombra Superior y Párroco del Monasterio de El Puig y de inmediato acomete la gigantesca obra que tenía en mente: la Restauración del Monasterio de El Puig, lugar emblemático por excelencia y cuna del Reino de Valencia.

 

 

 

                        Para llevar a cabo tan importante obra, crea, en los aledaños del Monasterio, talleres de forja, de madera y de artesanía, constituidos como cooperativas de artesanos e incluso como talleres protegidos de trabajadores minusválidos. Y para hacer frente a tan extraordinaria inversión, mueve y sensibiliza a toda la sociedad valenciana, creando la “Asociación de Amigos de El Puig”, el “Patronato de Santa María de El Puig” y finalmente revitaliza la adormecida Real Orden de Caballeros de Santa María de El Puig, de la que fue Consiliario Honorario Vitalicio, hasta su fallecimiento, el domingo día 18 de noviembre del año 2.001.

 

 

 

                        La Excma. Diputación de Valencia, en reconocimiento a la insigne obra de acendrada valencianía llevada a cabo por el P. Felix Ramajo, aprobó, en sesión extraordinaria del día 25 de Marzo de 1.977, su nombramiento como “Hijo adoptivo de la Provincia de Valencia”: en atención a los méritos que constan en el expediente incoado al efecto y especialmente, por su total y desinteresada entrega en la labor de reconstrucción del Real Monasterio de Santa María de El Puig, cuna de la Reconquista del Antiguo Reino de Valencia y centro espiritual del mismo, devolviéndole su original y singular traza arquitectónica, como logro fundamental en el que se han obtenido grandes realizaciones culturales, sociales y espirituales, que el Padre D. Felix Ramajo ha realizado y que convierte de nuevo al Monasterio en centro histórico, político, social y religioso de la Región Valenciana".   El 5 de Agosto del mismo año, el Ayuntamiento de Valencia le otorgó el título de "Ciudadano Honorario de Valencia".

 

 

 

                        Pues bien, tras este bosquejo histórico, realizado a grandes rasgos, ya sabemos quienes somos y de donde venimos. Y ahora nos podríamos preguntar: ¿Tiene sentido la Real Orden en los tiempos actuales?

 

 

 

                        La respuesta para mí, lógicamente, es totalmente afirmativa y mi cometido, en este momento, es que tras la exposición que voy a efectuar de nuestras actividades acaben Vds. pensando igual que yo.

 

 

 

                        Según indican sus Estatutos, los fines de la Real Orden son:

 

 

 

-       La promoción de los valores religiosos, históricos y culturales valencianos y su proyección en el ámbito regional, nacional e internacional.

 

 

 

-       La protección y promoción de los sectores más débiles de la sociedad, inspirándose en principios  de humanismo cristiano.

 

 

 

-       Cualesquiera actividades que tengan conexión con las anteriores, así como la realización de todas las obras necesarias para la efectividad de los fines enumerados.

 

 

 

                        Para el adecuado cumplimiento de estos objetivos, la Real Orden, como cualquier institución, necesita una estructura interna que planifique y coordine las actuaciones de los miembros de sus dos ramas: caballeros y damas.

 

 

 

                        En esta estructura existen dos componentes fundamentales: los órganos y las jerarquías.

 

 

 

                        Entre los primeros tenemos:

 

 

 

-       El Capítulo General. Es el supremo y máximo órgano decisorio, garante del cumplimiento de los fines estatuarios. Es semejante a las Asambleas Generales en las sociedades. Se basa en la participación de todos sus miembros y en decisiones mayoritarias.

 

 

 

-       El Capítulo Directivo. Es el órgano ejecutivo colegiado que cumple y hace cumplir los mandatos de la Suprema Jerarquía de la Orden (Gran Maestre y Capítulo General), funcionalizando los medios para conseguir los objetivos marcados, basados en la participación y decisión mayoritaria. Depende del órgano superior, que es el Capítulo General.

 

 

 

Es semejante al Consejo de Administración de las sociedades. Lo preside el Excmo. y Rvdmo. Arzobispo de Valencia, siendo su copresidente el Vice Gran Maestre.

 

 

 

-       Encomiendas específicas. Cada una de ellas es el brazo ejecutivo de los objetivos del Capítulo Directivo en las correspondientes áreas de trabajo en que se desenvuelve la Real Orden. A ellas se asignan un número de miembros de la misma dirigidos y coordinados por un  responsable, denominado Comendador, de la misma forma que lo haría un director ejecutivo. Existen actualmente, sin prejuicio de nuevas creaciones, las de Asuntos Religiosos, Acción Penitenciaria, Cultura y Publicaciones, Asuntos Territoriales, Juventudes y Protocolo y Ceremonial. Dependen, como ya he dicho, del órgano superior, que es el Capítulo Directivo.

 

                                    Las jerarquías son las siguientes:

 

 

 

-       Gran Maestre. Es la suprema jerarquía de la Orden. Preside el Capítulo General, ostenta la más alta dignidad y representación de la Real Orden. Es el Rey Juan Carlos I de España.

 

 

 

-       Vice Gran Maestre. Ostenta la representación, por delegación del Gran Maestre. Expide los títulos en su nombre. Copresidente del capítulo Directivo. Tiene la máxima responsabilidad de los cometidos funcionales y jerárquicos sobre el Lugarteniente Mayor, Gran Canciller, Consiliario y Tesorero Contador. Actualmente ocupa este cargo el Excmo. Sr. D. Juan Lladró Dolz.

 

 

 

-       Lugarteniente Mayor. Ostenta la representación, por delegación del Vice Gran Maestre. Es el responsable de la puesta en marcha y seguimiento de los acuerdos del Capítulo General y Capítulo Directivo. Es así mismo, el fiscal de la Real Orden, supervisando además la labor de las Encomiendas. Ocupa este cargo el Excmo. Sr. D. Quintiliano Pérez Monedero.

 

 

 

-       Gran Canciller. Es el secretario del Capítulo General, del Capítulo Directivo y de todas las comisiones de trabajo de la Real Orden, ocupándose de la pureza de todos los actos que se acuerden y de llevarlos a término mediante el apoyo logístico que requieran, muy especialmente en el terreno burocrático y de gestión administrativa. En ausencia del Lugarteniente y superiores jerarquías, coordinará las funciones del capítulo Directivo. Como ya saben, esta responsabilidad recae actualmente en mi persona.

 

 

 

-       Consiliario. Es el responsable de las funciones religiosas de la Real Orden y el promotor de todos los valores religiosos y de urbanidad de los miembros de la misma. Por indicación expresa de nuestros estatutos, este cargo lo ocupa siempre el Prior del Monasterio de El Puig, que como a todos les costa es actualmente el Rvdo. P. Fray Melchor Azcárate Valencia.

 

 

 

-       Tesorero-Contador. Es el responsable de las finanzas y tesorería de la Real Orden, así como de su patrimonio. Igualmente de los libros propios de este cometido. En el presente se ocupa de esta tarea el Excmo. Sr. D. Antonio López Sellés.

 

 

 

-       Vice Lugarteniente. Sustituye, mediante delegación expresa, al Lugarteniente Mayor, así como ayuda a éste en su cometido funcional. Ostenta el cargo el Excmo. Sr. D. Salvador Torres Niñoles.

 

 

 

-       Vice Canciller. Sustituye, mediante delegación expresa, al Gran Canciller, ayudándole, así mismo, en su cometido funcional. Se ocupa de esta misión el Excmo. Sr. D. Pedro Vicente Rubio Gordo.

 

 

 

 

 

 

 

                    Una vez definidos los órganos y las jerarquías vamos a establecer los grados.

 

 

 

                    Dentro de la Real Orden de Caballeros de Santa María de El Puig, tanto para los Caballeros como para las Damas, existen tres grados o niveles, con independencia de la función que se tenga asignada. Estos grados son, de menor a mayor, para los Caballeros, los siguientes:

 

 

 

-       Caballero. Es el grado por el que se ingresa en la Real Orden y con el que se obtiene nobleza personal de privilegio. No existe limitación en su número. Para este ennoblecimiento se requiere, según consta en los estatutos, reconocidas cualidades humanas, profesionales, culturales y religiosas. Su ingreso debe ser apadrinado por dos miembros de la Real Orden, que le avalan personal y solidariamente mediante juramente, así como también bajo juramento, dan fe del cumplimiento por el candidato de todos y cada uno de los requerimientos exigibles y que responden del mismo en su actuar, a modo de salvaguarda y tutela. El tratamiento que le corresponde es de Ilustrísimo Señor.

 

 

 

-       Comendador. Este grado limitado en número por los Estatutos, se otorga a los Caballeros cuya ejemplaridad en valores cristianos y de dedicación y servicio sin tacha al prójimo, a los demás Hermanos y a la propia Orden, les hace dignos de tal elevación. El tratamiento que le corresponde es de Ilustrísimo Señor. Tiene equivalencia en otras Ordenes al grado de Comendador con banda.

 

 

 

-       Gran Comendador. Es el máximo grado posible dentro de la Real Orden. Sólo se otorga a los Comendadores que, como tales, hayan demostrado excepcionales méritos, dedicación sin límites y abnegación plena hacia la Real Orden y hacia los fines de la misma. Quien alcanza este grado, muy limitado en número estatutariamente, tiene derecho a que le sea aprobado su Escudo de Armas. El tratamiento que le corresponde es el de Excelentísimo Señor. Tiene equivalencia con otras Ordenes al grado de Gran Cruz.

 

 

 

                        En el caso de las Damas, los grados son los siguientes:

 

 

 

-       Dama. Como en el caso anterior se ingresa en la Real Orden con este grado y los requisitos y procedimiento son los mismos que para los Caballeros, excepto en el caso de que fuese esposa de varón ya admitido en la Orden, en cuyo supuesto, por extensión, en calidad de consorte, se entienden ya implícitos los requerimientos que aporta el esposo y juran quienes apadrinan.

 

 

 

-       Comendadora. El procedimiento es exactamente el mismo que en el caso anterior del Comendador, salvo en el caso de que fuese esposa del varón que es elevado a este grado y que por este hecho, igualmente es elevada de grado automáticamente.

 

 

 

-       Gran Comendadora. La actuación es exactamente la misma que en el caso anterior.

 

 

 

                        Llegados a este punto quiero precisar un aspecto de suma importancia:  Para ingresar como Caballero o Dama en la Real Orden de Caballeros de Santa María de El Puig no se precisa prueba alguna de nobleza de sangre o de hidalguía, ni tampoco ninguno de los requerimientos habitualmente exigidos sobre estos extremos en otras Ordenes de Caballería. Lo que resulta absolutamente necesario por parte del candidato, es poseer reconocidas cualidades humanas, profesionales, culturales y religiosas. No unas sí y otras no, todas ellas conjuntamente.

 

 

 

 

 

NUESTRO ESCUDO:

 

 

 

                    El símbolo más emblemático de la Real Orden es su Escudo o Escudo de Armas que, como antiguamente, viene a distinguir a sus portadores, identificándolos de los demás. No se trata del logotipo de una simple asociación, ni siquiera de una asociación de elite; es mucho más, muchísimo más, ya que en él se condensa, sin necesidad de adivinanzas, el carácter y rango de la Real Orden, su esencia y hasta su historia, sin perjuicio de su permanente actualidad, como reza en sus estatutos, al servicio de los valores religiosos, culturales, históricos y protectores de los sectores más débiles.

 

 

 

                    El Escudo de la Real Orden de Caballeros de Santa María de El Puig es su más importante significación heráldica, su más alto distintivo. Su descripción e interpretación es la siguiente:

 

 

 

-     Observamos que se trata de un escudo de forma o estilo español y francés.

 

 

 

-     En campo de oro (excepto Jefe), cuatro palos de gules, que representan la Corona de Aragón, imprimiendo la esencia del Rey Jaime I el Conquistador, padrino y mecenas de la Orden. Y resaltada sobre ellos, la Cruz Blanca de Santa Eulalia, sepultada en la Catedral de Barcelona y de la que ésta la toma, que identificaba en el pasado a la desaparecida Real Orden Militar de Santa María de la Merced, pues allí mismo se constituyó e identifica actualmente a la Orden de la Merced, como igualmente identifica a la Real Orden de Caballeros de Santa María de El Puig, ya que unos y otros nos consideramos sus herederos y plenamente legitimados para tenerla como propia.

 

 

 

-     Jefe de azur, cargado de siete estrellas de plata de seis puntas, colocadas en bandas de tres y cuatro. El azur representa el color de Santa María Virgen y el del cielo. Y las siete estrellas en plata recuerdan las que señalaron el punto donde se encontraba enterrada la campana que cubría la imagen, en piedra, de Nuestra Señora Santa María de El Puig y en el lugar en que se edificó de inmediato su monasterio.

 

-     El conjunto de colores y metales que componen todo el campo del escudo, Jefe en azur y los cuatro palos gules sobre campo de oro, identifican, de forma inequívoca, el Reino de Valencia.

 

 

 

-     El privilegio de acolar al escudo los más importantes distintivos reales y borbónicos, como son la Cruz de Borgoña y el orlado del Collar del Toison de Oro, aúnan la tradición con el más elevado espíritu de acercamiento e identificación con nuestro Monarca y Gran Maestre, Su Majestad el Rey, iniciada la concesión con la grandeza de espíritu y generosidad que siempre tuvo el que en su momento fue el Jefe de la Dinastía Borbónica, nuestro Hermano de Orden y Gran Comendador, S.A.R. D. Juan de Borbón y Battenberg, hijo de Rey y padre de Rey, otorgando esta gracia a la Real Orden, siendo continuada con el más absoluto respeto, por parte de su augusto hijo, actual Jefe de la Dinastía y Rey.

 

 

 

-     Nuestro Monarca D. Juan Carlos I no sólo vino a refrendar la decisión de su padre, sino que yendo todavía mucho más lejos en su gracia, aceptó ser el Gran Maestre de la Real Orden, timbrando el escudo con su propia corona.

 

 

 

 

 

NUESTRA INDUMENTARIA Y DISTINTIVOS:

 

 

 

                        Capa-hábito:

 

 

 

                        En las más relevantes Ceremonias Institucionales de la Real Orden, así como en los actos religiosos para los que su uso se indique, la Capa-Hábito es preceptiva para todos los Caballeros, sin distinción de grado. No puede ser usada por las Damas.

 

 

 

                        El hábito de los Caballeros de la Real Orden es una capa blanca o de color hueso, larga casi hasta los tobillos, abrochada en el cuello y abierta por delante, dejada caer en todo su largo y sin recogerse en ningún momento entre los brazos. Lleva bordado, a la altura del corazón, el escudo de la Real Orden. Sobre la capa no pueden portarse ningún tipo de aditamentos ni distintivos, ni siquiera los propios del grado que se ostenta en la Real Orden, salvo los cordones, también de color blanco o hueso, que terminan en dos borlas del mismo color, cuya utilización es conjunta con la capa, colocándose desde la parte posterior, bajo el doble del cuello de la capa y cayendo sobre el pecho. Así mismo se portan guantes de color blanco.

 

 

 

                        La simbología del hábito de los Caballeros podría resumirse de la siguiente forma:

 

 

 

-       El color blanco como signo de intento de pureza ante Dios, evitando no mancillarse ni mancillar con los propios actos. Igualmente adoptando el color de aquellos primeros Caballeros Laicos de Santa María.

 

-       La capa, fíjense Vds., es para hacer a todos los Hermanos de la Orden iguales entre sí, identificados en el ideal común, jurado, de servicio a los demás y a causas más altas, antes que a sí mismos.

 

 

 

-       El escudo, en patente dignificación e identificación de servicio de quienes lo portan, como un supremo valor.

 

 

 

-       Los cordones como sujeción y sometimiento a Dios, a la Santa Madre Iglesia y a la suprema Jerarquía de la Orden.

 

 

 

-       Los guantes como decoro y prudencia por los propios actos.

 

                        El hábito de Caballero es pues, un conjunto de elementos, unos unidos (capa y escudo), otros separados (cordones y guantes), que forman un todo, al igual que sucede en otras seculares Ordenes de Caballería.

 

 

 

                        El hábito de las Damas de la Real Orden consiste, esencialmente, en el Lazo. Esta compuesto por el escudo de la Real Orden en metal, al que se le ha agregado un lazo del mismo material en su parte superior, prendiendo todo el conjunto de un lazo en tela de color azul.

 

 

 

                        En el supuesto de que su presencia sea en actos de carácter solemne, el Lazo será portado como broche, a la altura del corazón, con traje largo negro cerrado de ceremonia, preferentemente con mantilla y guantes del mismo color, pudiéndose acompañar, además, de los distintivos que a cada dama le correspondan en función de su grado en la Real Orden.

 

 

 

                        Dentro de la Real Orden de Caballeros de Santa María de El Puig existen distintivos, tanto para señalar la pertenencia a la misma de quienes los ostentan, como para significar el grado al que su portador pertenece.

 

 

 

                        La Venera es el distintivo común de todos los Caballeros, con independencia del grado que ostenten. Es el escudo de la Real Orden sobre una placa de metal, que pende del cuello mediante un cordón o cinta azul.

 

 

 

                        La Banda distingue, con su uso, a los Comendadores y Comendadoras de la Real Orden y consiste en una banda de tela azul terminada en un lazo y dos borlas del mismo color. Se coloca desde el hombro derecho a la cadera izquierda.

 

 

 

                        La Gran Placa sólo puede ser utilizada por los Grandes Comendadores y Grandes Comendadoras de la Real Orden y consiste en el escudo sobre placa de metal, resaltando sobre una base en plata de ocho puntas que se le acola.

 

 

 

                        Pues bien, descritas someramente nuestra indumentaria y simbología, vamos a entrar en el capítulo más importante, las actividades de la Real Orden que motivan y dan sentido a nuestra institución. Todas ellas se canalizan a través de las Encomiendas.

 

                        Las Encomiendas, como ya he indicado anteriormente, son los brazos ejecutivos de la Real Orden, integradas por miembros voluntarios, que aportan su colaboración para obtener los fines marcados en nuestros estatutos.

 

 

 

                        De gran importancia, por su significación y efectividad es la Encomienda de Asuntos Penitenciarios. Herederos de la antigua Orden Mercedaria, redentora de cautivos, nuestra Orden en la actualidad tiene la obligación moral y así lo hemos asumido, de atender las necesidades de los reclusos, tanto internos en centros penitenciarios como en su fase de reinserción social.

 

 

 

                        La Real Orden viene trabajando, prácticamente desde su refundación, en íntima colaboración con la dirección y funcionariado del Centro Penitenciario de Picassent. Actualmente tenemos en funcionamiento un taller, dirigido por un acreditado chef, que imparte periódicamente cursos de cocina y de servicios de restauración, procurando, además, a los alumnos aventajados y que demuestran un grado de preparación adecuado, su colocación en establecimientos del ramo.

 

 

 

                        Así  mismo contamos con un equipo de psicólogas, que atienden regularmente en los módulos de mujeres, especialmente en el de madres, colaborando al mismo tiempo en la atención a los niños que allí se encuentran.

 

 

 

                        Al inicio de cada curso presentamos los distintos proyectos y tras las autorizaciones oficiales pertinentes, desarrollamos talleres de distintas actividades, en función de las necesidades que nos presentan. Actualmente se está desarrollando un curso de musicoterapia, totalmente innovador, del que se espera obtener resultados muy satisfactorios.

 

 

 

                        Colaboramos estrechamente con Pastoral Penitenciaria en cuantas actividades realizan los capellanes, tanto dentro como fuera de la prisión y en general en todo aquello en que somos requeridos por la dirección o los distintos estamentos del centro.

 

 

 

                        En el exterior, colaboramos en el sostenimiento de pisos de acogida, donde pueden pernoctar los reclusos que salen con permiso y no disponen de otro alojamiento y a donde acuden muy frecuentemente indigentes de todas las nacionalidades para obtener un poco de comida o un techo para cobijarse.

 

 

 

                        Muy especialmente mantenemos una colaboración con el Casal de la Pau, asociación cuya actividad se centra en la atención a personas reclusas, exreclusas o en riesgo de reclusión, que carecen de vinculación familiar y de medios. Con dedicación muy especial a enfermos terminales de sida, que son acogidos con mucho cariño por el personal voluntario que acude regularmente al Centro.

 

 

 

                        Todas estas actividades son coordinadas por la Comendadora responsable de la Encomienda, catedrático de psicología de la Universidad de Valencia y que ha ocupado cargos políticos de gran responsabilidad, especialmente dedicados al bienestar social.

 

 

 

                        La Encomienda de Cultura y Publicaciones, dirigida, así mismo, por una Comendadora, dispone de un amplio equipo de voluntarios muy preparados técnicamente y dotados de los medios necesarios para realizar perfectamente su misión. Se ocupan de editar una revista periódica, en la que se plasman todos los eventos organizados por la Real Orden o con participación de la misma, así como otras noticias de interés para los miembros de nuestra gran familia. Acompañadas, en la mayoría de los casos, de numerosas fotografías que ellos mismos tomaron en los distintos actos. Recientemente se puso en funcionamiento una página web, cuyo cometido principal es mantener una información puntual de las actividades y noticias  de interés para todos los miembros de la Real Orden y especialmente los que se encuentran más distantes de nuestra sede social de Valencia.

 

 

 

                        Se editan libros y otras publicaciones de importancia, siempre escritos por miembros de la Real Orden o con  participación de los mismos.

 

 

 

                        Además se encargan de organizar diversas conferencias a lo largo del curso, contando mayoritariamente con los hermanos/as de la Real Orden o personalidades cuya participación consideran atractivas por su actualidad o interés.

 

 

 

                        En la Encomienda de Asuntos Territoriales se coordinan todas las actividades que se realizan en las distintas delegaciones de la Real Orden, repartidas por toda la geografía española. Contamos con hermanos prácticamente en toda España, incluyendo las islas Baleares y Canarias. Incluso tenemos miembros en Argentina, Chile y esporádicamente en algunos países de Europa y América. Estas delegaciones, llamadas Encomiendas, disponen de autonomía para llevar a cabo sus actividades, informando de las mismas al Capítulo Directivo, a través del Coordinador, llamado Comendador de Asuntos Territoriales. Cuando necesitan colaboración, económica, material o de cualquier otro tipo, siempre cuentan con el apoyo del Capítulo Directivo, pues dado que no podemos impedir su lejanía física si que queremos que se sientan muy próximos y muy arropados por la Institución.

 

 

 

                        Existen actualmente Encomiendas en funcionamiento en Madrid, Barcelona, Sevilla, Zaragoza, San Sebastián, Albacete y Las Palmas de Gran Canaria. En todas ellas se siguen las mismas directrices, marcadas por los Organos Directivos, pero ejecutadas con el criterio propio de sus dirigentes.

 

 

 

                        La Encomienda de Asuntos Religiosos se ocupa, como su nombre indica, de la organización de todos los actos religiosos que se llevan a cabo durante el curso. Son bastantes, ya que los primeros lunes de cada mes, a excepción de Julio y Agosto, tenemos nuestra cita institucional, consistente en la asistencia a la Eucaristía, celebrada por el Consiliario y  a continuación una cena de hermandad. Además la asistencia a procesiones y otros actos de este mismo signo, aunque no organizados por la Real Orden, también dependen de esta Encomienda. El Comendador responsable de esta actividad, organiza peregrinaciones, romerías, excursiones, cuando las circunstancias lo requieren. Recientemente, con motivo de la celebración del Año Santo, se organizaron peregrinaciones a Caravaca de la Cruz, a Santiago de Compostela y a Tierra Santa.

 

 

 

                        La Encomienda de Juventudes programa y coordina, con total independencia, actividades específicas para el sector más joven de la Orden. Las circunstancias particulares de este grupo, principalmente de tipo familiar, incluso en muchos casos con la presencia de niños, implica unos horarios muy especiales para conseguir la máxima participación de este importantísimo sector, que constituye el futuro de la Real Orden.

 

 

 

                        El Consiliario, actualmente el Rvdo. P. Melchor Azcárate, Prior del Monasterio de El Puig, se ocupa de la formación moral y espiritual de toda la familia de la Real Orden. A tal efecto nos alecciona en la reunión mensual y excepcionalmente cuando tiene oportunidad o lo considera necesario. Una vez al año acudimos a unas Jornadas de Convivencia en un monasterio mercedario situado en plena sierra de Teruel.

 

 

 

                        En cumplimiento de nuestros fines estatutarios, la Real Orden creó, el 27 de Diciembre del año 2.001, la Fundación Tutelar Santa Maria de El Puig, de la Comunidad Valenciana. Según reza en sus estatutos, esta institución se crea con vocación de tutela de personas mayores, especialmente ancianos incapacitados y menores que se hallen en situación de desamparo y la protección de sus personas y bienes.

 

 

 

                        La misma ha sido reconocida como entidad colaboradora de la Consellería de Bienestar Social de la Generalitat Valenciana, firmando con la misma un Convenio y posterior Protocolo, por el que colabora en los dictámenes e informes que acerca de los menores tutelados por dicha Consellería le sean solicitados, en cuanto a la situación jurídica y económica del menor.

 

 

 

Estos informes y demás documentos requeridos son efectuados por profesionales de primer orden, todos ellos miembros voluntarios de la Real Orden, que prestan su inestimable colaboración desinteresadamente, atendiendo tan sólo al juramente que hicieron al ingresar en la institución.

 

 

 

                        La Real Orden con sus propios medios o con colaboraciones puntuales de sus miembros, participa en diversas actividades sociales. Es de destacar el apoyo económico, moral y personal que se ejerce a la Asociación ASPADIS, fundada y dirigida por el Rvdo. P. Vicente Aparicio, Comendador de la Real Orden, que cuanta con cuatro centros en la Comunidad Valenciana, para asistencia a jóvenes disminuidos psíquicos profundos, que se encuentran en una situación familiar de abandono grave o total.

 

 

 

                        En resumen: Las Ordenes de Caballería son, en consecuencia, unas instituciones propias de la cristiandad, que han influido notablemente en las diferentes sociedades con las que han coexistido a lo largo de la historia. Instituciones que mantienen su vigencia a través del testimonio de la propia vida de los actuales caballeros y de su compromiso de fe, socio-caritativo y cultural. Instituciones que, en la sociedad del siglo XXI, hacen presente todas aquellas corporaciones que reconocen en los valores propios de la caballería su origen y su motor vital. Es de resaltar el interés que encierra mantener el respeto de antiguas normas y costumbres, para armonizarlas con los tiempos actuales, en una conjunción perfecta del pasado y el presente.

 

 

 

                        Vivimos momentos difíciles y de constante transición, donde viene a ser corriente el predominio de intereses materiales sobre el concepto de la espiritualidad y de los valores morales y religiosos. Por eso es preciso prevenirnos contra el desprecio de la dignidad y la educación, si se considera que éstas no reportan beneficios prácticos y tangibles.

 

 

 

                        De este modo, los caballeros y damas de la Real Orden de Caballeros de Santa María de El Puig, vivimos nuestro ser hijos de la Iglesia, manifestando públicamente  nuestra fe católica y luchando por la reconstrucción del Reino de Dios en medio de nuestra sociedad. Sacerdotes consagrados y seglares, todos bajo la protección de nuestra Santa Madre Santa María de El Puig, queremos seguir a Cristo y su Evangelio.

 

 

 

                        Y ya para terminar, quiero que conozcan que la Real Orden ha contado y cuenta entre sus miembros con destacadas personalidades en todas las ramas sociales, principalmente valencianos, que aportaron o están aportando su prestigio y colaboración para el engrandecimiento de nuestra institución.

 

 

 

                        Entre los que ya partieron a la Casa del Padre, los buenos Caballeros y ejemplares Damas:

 

 

 

            S. A. R. D. Juán de Borbon y Batenberg.

 

            S.A.R. Dña. María de las Mercedes de Borbón y Orleáns.

 

            Rvdo. P. Felix Ramajo Aliste

 

            S. Eminencia Rvdma. Cardenal D. Vicente Enrique y Tarancón

 

            D. José Barbera Armelles.

 

            D. Vicente Mortes Alfonso

 

            D. Joaquín Rodrigo Vidre, Marques de los Jardines de Aranjuez.

 

            D. Vicente González Lizondo.

 

            D. Juán Bautista Martí Belda.

 

            Rvdmo. D. Rafael Sanús Abad, Obispo auxiliar de Valencia.

 

            Excmo.  y  Rvdmo.  D. Agustín García Gasco, Cardenal  Arzobispo de Valencia

 

            D. Sabino Fernandez Campo, Conde de Latores.

 

            D. Manuel Fraga Iribarne

 

            D. Juan Monzón Ponz

 

            D. Rafael Gómez-Ferrer Sapiña

 

            D. Guzmán Guía Calvo

 

            D. Sebastián Capella Pallarés

 

 

 

                        Y otros no señalados pero si presentes en el corazón y la mente del Padre.

 

 

 

                        Y entre los que tenemos el honor de poder contar con su presencia en la Real Orden:

 

 

 

            SS. AA. RR. D. Juán Carlos I y Dña. Sofía

 

            Dña. Rita Barberá Nolla

 

            D. Alfonso Grau Zamorano

 

            D. Enrique García Asensio

 

            Excmo y Rvdmo. D. Carlos Osoro Sierra, Arzobispo de Valencia

 

            D. Juán LLadró Dolz.

 

            D. Quintiliano Pérez Monedero

 

            D. Fernando de Rosa Torner

 

            D. Miguel Angel Martínez Martínez, Director del Centro Penitenciario de Picassent

 

            Y el Alcalde de esta villa, D. José Miguel Tolosa Peiró

 

 

 

            Y ahora, aprovechando mi presencia entre Vds., si me lo permiten, les voy a adelantar una importante noticia:

 

 

 

            Promovido por la Real Orden, en estrecha colaboración con el Ayuntamiento de esta localidad y la Orden Mercedaria, el sábado día 7 de septiembre, tendrá lugar un homenaje al Rvdo. P. Felix Ramajo, con la participación del Excmo. y Rvdmo. D. Carlos Osoro, Arzobispo de Valencia, que oficiará una misa y con el posterior descubrimiento de la placa rotulada que da nombre a la plaza situada debajo del Monasterio y que en su día la Corporación Municipal de El Puig de Santa María aprobó dedicar a la memoria del P. Felix. Se están programando otros actos complementarios de gran emotividad, de los cuales tendrán cumplida información; y esperamos que tanto los miembros de la Real Orden como todos los vecinos de El Puig respondan con su presencia ese día para honrar la memoria de este ilustre mercedario tan trascendente en el devenir de ambas colectividades.

 

 

 

                        Y nada más, simplemente agradecerles su presencia. Muchas gracias y estoy a su disposición para atender a sus preguntas, cosa que haré con sumo gusto si cuento con la respuesta adecuada.

 

           

 

                                                                          Valencia, Junio de 2.013