Los cuadros del patrimonio valenciano depositados en el

Monasterio de El Puig de Santa María

(Ismael Giménez, Gran Canciller)

 

                        La gran polémica suscitada por este tema y la cantidad de noticias falsas que se han vertido en distintos medios de comunicación, han motivado al Rvdo. P. Melchor Azcárate, actual Prior del Monasterio de El Puig, a escribir el artículo que a continuación se reproduce y que fue publicado en el periódico LAS PROVINCIAS, el día 14 del pasado mes de marzo.

                        Por el interés de su contenido y la significación que tienen para la Real Orden todos los temas relacionados con la Orden de la Merced y el Monasterio, reproducimos el artículo, esperando sirva para ampliar, debidamente documentada, la información que tenemos al respecto y podamos difundirla al máximo, en honor a la verdad y desagravio de las personas llegadas de otras tierras que tanto hicieron y están haciendo por la defensa de nuestro patrimonio.

UNA PALABRA DESDE EL MONASTERIO DE EL PUIG

P.MELCHOR AZCÁRATE VALENCIA

SUPERIOR DEL MONASTERIO DE EL PUIG

 

                        Hoy me siento mal. Ayer once de marzo, aniversario de un cruel acontecimiento, se inició el levantamiento parcial del depósito de cuadros que el museo San Pío V, por diferentes órdenes ministeriales, realizó en este Monasterio de El Puig, hace más de cincuenta años. Llevo diecisiete meses como superior del Monasterio y me sentí un poco traidor a la memoria de mis antepasados, todos conocidos míos, por no haber podido defender algo por lo que tanto lucharon y se esforzaron en la restauración, embellecimiento y prestigio del Monasterio de El Puig.

                        Pero si ayer fue la tristeza, hoy ha sido el coraje, la indignación, la rabia interior al leer en el periódico Las Provincias, en un artículo de Burguera y C. Velasco, la ideología, la  justificación, la trastienda que subyace en el levantamiento de dichas obras.

                        Afirman los articulistas: “El legado artístico cayó en una especie de limbo custodiado por la Orden de la Merced. Parecía estar en buenas manos, pero los datos han confirmado lo contrario”. Da la casualidad que cuando la mayor parte de los cuadros se trajeron, yo era religioso estudiante conventual en este Monasterio. Era la época de la laboriosa restauración que realizó el P. Félix Ramajo y que libró al Monasterio de su ruina total. Fui testigo presencial de la alegría con que se recibían los cuadros del Museo; los religiosos mayores eran los encargados de ir a los sótanos del Museo a retirarlos, llegaban enrollados y muchos de ellos llenos de barro y en estado calamitoso, de ello no sólo podemos dar fe  los que aquí estábamos, sino que así lo reflejan las crónicas conventuales de aquel tiempo: todo convento tiene un libro de crónica diaria.

                        Los cuadros se traían obviamente para ser expuestos, por lo que el P. Félix consiguió del Ayuntamiento de Valencia que el restaurador Sr. Burgos se encargara de hacerlo posible. El carpintero de Rafelbuñol preparó bastidores y marcos con la madera de las antiguas vigas que eran sustituidas en la restauración monacal; y un grupo de religiosos estudiantes, los más mañosos, se pusieron al servicio del Sr. Burgos para la colocación de los bastidores, dorado de marcos y limpieza de cuadros, dejando para el taller de Juan Gómez, padre e hijo, sito junto al Portal de Valldigna de Valencia, la pintura más artística de los marcos. Cada colocación de un nuevo cuadro en las paredes restauradas era una pequeña fiesta conventual y una admiración que añadir a las muchas que los arquitectos nos iban proporcionando día a día.

                        Contra lo afirmado en la prensa, nosotros siempre hemos tenido el convencimiento y la satisfacción de haber logrado salvar del deterioro completo estas obras de arte del Patrimonio Valenciano que nos encomendaron en su día. Y además lo hemos hecho solos, a nuestra costa, con la única ayuda en su día del Ayuntamiento de Valencia. Hemos expuesto las obras al numeroso público que constantemente nos visita y les hemos proporcionado el espacio adecuado para el que fueron pintadas: todas provienen de lugares religiosos y, muchas, de nuestros conventos mercedarios de Valencia  y El Puig, expropiadas en la exclaustración del siglo XIX.

                        Parte de la sociedad valenciana recuerda que durante un tiempo, para poder hacer frente a las muchas deudas que ocasionó la restauración del Monasterio, se celebraban aquí comidas multitudinarias, banquetes de bodas… Ello generó una inseguridad imprevista, muy difícil de solventar por parte de los religiosos, por lo que se optó porque los cuadros más pequeños, así como alguno más deteriorado, se colocaran en sitios menos accesibles al público en general (biblioteca, sacristía, pasillos conventuales), para poder ser mejor resguardados, pero nunca por otros motivos espurios como parece colegirse del artículo que estoy comentando: nunca han estado en la habitación o despacho personal de ningún religioso de la comunidad, como a veces se ven en determinados despachos de funcionarios de la Administración.

                        Pregunté a los dos técnicos, enviados por el Ministerio de Cultura para hacer el inventario de los cuadros, sobre el malestar que en los medios de comunicación se leía de cuando en cuando sobre la situación de los cuadros. Y me respondieron: en todo caso nunca será contra ustedes los mercedarios pues se han preocupado de adecuarlos, exponerlos y conservarlos durante todo este tiempo.

                        En otro lugar del artículo que comento se dice: “El Ministerio de Cultura tiene sospechas sobre el estado y conservación de las piezas que se trasladaron al Monasterio y de ahí a la Iglesia de Nuestra Señora de El Puig”. En los medios de comunicación de estos años siempre se nos ha acusado de que el Monasterio trasladó sin ningún permiso a la Parroquia mercedaria de Valencia un número determinado de cuadros. Creo que la persistencia en dicha afirmación raya en ofensa y mala voluntad. Los cuadros de referencia siempre han estado en el convento e iglesia de Ntra. Sra. del Puig de Valencia; fueron solicitados para aquella iglesia y convento, allí fueron llevados directamente desde el Museo; hemos entregado copia de la carta de solicitud que el P. Félix Ramajo hace de dichos cuadros para el convento de Valencia, cuando fue superior de esa casa entre los años 1957-1963. Aún viven los religiosos que ayudaron al traslado y los que somos de aquella época certificamos que nunca han estado dichos cuadros en el Monasterio de El Puig, como tercamente algunos siguen manteniendo y escribiendo.

                        Por último, una palabra con respecto a las “dos obras restauradas sin permiso de los técnicos del museo”, una “Santa Cena” y un “Descendimiento”, que también parecen estar en el fondo de la polémica. Son dos cuadros que han estado enrollados en el coro de la parroquia de Ntra. Sra. del Puig de Valencia desde que allí se llevaron hace más de cincuenta años. Un restaurador de prestigio, autor de excelentes trabajos, colaborador en La Luz de las Imágenes, que estaba limpiando una “Virgen de la Merced” se interesó por su restauración. Yo, que en ese momento era el superior de esa casa, le dije que no eran cuadros nuestros, que pertenecían al Museo, que estaban en depósito, que había recibido hacía poco una visita de técnicos del Museo y me habían dicho que no se tocaran los cuadros. Eran ya tiempos de escaso trabajo, y el restaurador me dijo que la Diputación Provincial de Valencia había abierto plazo para solicitar ayudas de restauración de bienes muebles y que podíamos probar hacer la solicitud. Para asombro mío la solicitud salió aprobada, así que cómo podía oponerme a que los cuadros fueran restaurados. No me salió gratis, pues para completar el presupuesto la comunidad religiosa tuvo que aportar más de dos mil euros. Ahora para quien me quiera apedrear ahí tiene los datos de la posible condena: restauración extraordinaria de dos cuadros enrollados y en mal estado, realizada por un profesional que era contratado temporalmente por una Fundación oficial como la Luz de las Imágenes, un dinero aportado sorpresivamente por una entidad pública como la Diputación, un responsable del convento que ha vivido desde su juventud cómo han sido restaurados y expuestos al público multitud de cuadros de ese depósito y, que en toda su historia conventual en El Puig, nunca ha visto a nadie del Ministerio, añádase la falta actual de trabajo para profesionales competentes por las circunstancias que atravesamos: y ahora usted decida. Sé que otros procederían de otro modo, yo opté por la restauración.

                        Acabo. En toda esta polémica que ha habido en la prensa sobre este caso, ningún medio de comunicación ha preguntado nada al Monasterio, ya sé que no es ninguna obligación, pero a lo mejor se podía haber aclarado algo. No sé qué hay en el fondo de todo esto ni me interesa. El Monasterio seguirá estando abierto a todas las personas y grupos que son conscientes de su importancia en los inicios  y en el devenir de la historia del pueblo valenciano. Aquí se siguen celebrando actos institucionales, exposiciones, presentaciones de libros, entrega de premios, conciertos de música valenciana y cuantos eventos se nos solicitan. Creo que este Monasterio tan representativo en la historia de Valencia, que custodia la imagen de Ntra. Sra. de los Ángeles, venerada por el propio rey Jaime I, y que conserva el arco de la puerta por el que entró el propio Jaime I debería ser querido y mimado por todos los valencianos. Soy nacido en Navarra, aunque he vivido 33 años en la Comunidad Valenciana. Llevo con orgullo el apellido Valencia que me dio mi madre. Visito con frecuencia los Monasterios de Leyre y La Oliva, cercanos a mi pueblo, tan bien tratados por todas las instituciones. Y me entra sana envidia y generan en mí sentimientos de cómo podrían ser las cosas evitando conflictos vanos y amando más lo nuestro.

                                                           P. Melchor Azcárate Valencia

                                                       Superior del Monasterio de El Puig.